el inframundo

el inframundo

Viaje a lo más profundo

Los cinco ríos del Hades eran Aqueronte (pena), Cocito (lamentos), Flegetonte (fuego), Lete (olvido) y Estigia (odio). Os invito a que os adentreis en cada uno de ellos, y os dejeis llevar por sus aguas, pero no olvideis pagar al barquero, pues eso os asegurará el retorno...

miércoles, 18 de julio de 2007

COCITO (III)


Nacer o morir, ¿cual es la diferencia? La muerte transforma tu apariencia, corrompe tu cuerpo y lo muta en otra materia, haciendo que toda su esencia cambie. El organismo lucha e intenta aferrarse a la vida y entre fuertes gritos de agonía va dejando poco a poco que la muerte lo consuma y lo arrastre hacia ella, hasta que al final, después de una intensa lucha, deja escapar el alma, el cual parece deseoso de comenzar su marcha.
Comenzar a vivir es exactamente lo mismo. Nacer es transformar tu esencia en algo material, y de esta manera corromper lo que ella supone. El alma, cuando se une al cuerpo, lucha enérgicamente por seguir su viaje en soledad, y pese a eso es arrastrada hacia el cuerpo y al unirse con él, emite alaridos de agonía que llenan al cuerpo de dolor…
Cuando fui arrebatada de la superficie, grité e intenté aferrarme a la vida, y aunque luché con toda la fuerza que en mi cuerpo cabía, al final me dejé arrastrar por profundo sueño. Ahora, vuelvo a la vida, y sin embargo, siento que mi alma esta transmutando su esencia y poco a poco dejándose morir.

lunes, 16 de julio de 2007

AQUERONTE (IV)



Sus ojos se volvieron a clavar en mí y su fría mano tocó mi mejilla con dulzura… “debes irte”…
Aún cuando cierro los ojos noto el tacto de su piel en mi cara y aún rugen en mi cabeza sus palabras y presionan mi pecho como si de una losa de piedra se tratase.
“pero no has probado bocado, y es de mal gusto que el invitado se levante sin al menos comer algo de lo que se le ofrece” y dijo mientras miraba con la misma dureza que siempre a mi “libertador”, “le he ofrecido todo cuanto tengo, y no me opongo a su marcha, lo único que pido es una última cena en su compañía”
Y tras la aprobación de Hermes, comí de un plato de judías que tenia cerca y como un reo que va a ser ejecutado las saboreé mezcladas entre lágrimas dulces y amargas.
Camino a la superficie observé de nuevo todo el reino, ya no me parecía tan oscuro, ya no sentía miedo…

viernes, 13 de julio de 2007

ESTIGIA (II)


Los festejos habían comenzado. Una gran mesa con miles de manjares para miles de comensales que habían perdido ya todo su paladar, y en el centro de todas las miradas, el señor de todo y todos los que nos rodeaban y junto a él, temerosa, aguardaba a que las miradas de todos sus interfectos siervos dejasen de ser desconfiadas y hostiles. Sus siseos penetraban sin que pudiera evitarlo en mis oídos, impidiéndome escuchar la melancólica y fúnebre música que sonaba en nuestro honor…
Un estruendo detuvo la música, y toda la atención que antes se posaba en mí, ahora se centraba en la misma dirección de la que provenía el sonido…
A lo lejos, se mostraba una silueta ya conocida para mí. Inconfundible, aparecía victorioso frente a nosotros, llevando su sombrero de viajero y sosteniendo en su mano derecha aquel cetro que había arrebatado tan astutamente a su hermano, el caduceo. Hermes, amenazante, se acercaba hacia nosotros…
Mandado por Zeus “venia a devolver lo que se le había arrebatado a Démeter, su hija, para que así ocupara el lugar que le corresponde”… Démeter, un nombre que yo casi había olvidado y que al escucharlo de nuevo hizo reaparecer en mí miles de extraños y controvertidos sentimientos.
¿Devolver lo que se le había arrebatado? ¿Volver? ¿Regresar a casa? ¿Regresar con los que aunque eran mi familia, no intentaron evitar que desapareciese?
Me sentí como si solo fuese un botín en una puja entre dos bandos, solo era aquello de lo que nunca se habían percatado hasta que lo habían perdido… ¿ocupar el lugar que me corresponde en el Olimpo? ¿y cual era ese lugar? Todos los hijos de Zeus habían sido asignados en importantes zonas de su reino, pero yo, solo era un pequeño adorno que engalanaba aquel lugar, alejada por mi madre del resto de los dioses, y preocupada solo por que las flores emitieran aún mejor olor.
Las flores, el río, las ninfas… volver… lo había deseado tanto… la sonrisa de mi madre, el calor del sol, la adoración de los mortales, la paz de la ignorancia… ¿volver? Quizás…
Pero mi Señor no lo permitiría… no me dejaría escapar…