El Grande se encontraba en el centro, rodeado de todos los demás, los cuales eran todos hijos, sobrinos, hermanos, esposas y concubinas a la vez, sin importarles tal absurdo, pues todos y cada uno de ellos le debían su existencia. Todos incluso yo.
Y alzando su mano como si fuera a tocarme dijo: “regresaste sana y salva a nosotros y con eso ha vuelto la normalidad. Ya no hay razón para más días grises, Deméter, vuelve a dejar crecer la vida en el mundo, pues esto solo ha sido una jugada del destino…”
Y aunque de su boca continuaron saliendo sonidos, que para los demás quizás tendrían algún sentido, en mi cabeza solo se imprimieron dos ecos, normalidad y destino.
¿Normalidad? ¿No son sinónimos de ella cordura y moderación? ¿Que hay en este mundo que pueda ser descrito con esas palabras? Quizás quisiste referirte con normalidad a costumbre y regularidad, pero ¿Qué bueno tiene eso a la larga? ¿No vuelven las costumbres los hechos monótonos y les otorga de cierta obligación?
Destino… bonito conjunto de letras inventaste para silenciar las voces que se levantasen contra ti y tus caprichos, pues todo ocurre “porque estaba escrito”, y todos y cada uno del resto tenemos que someternos a él, ya que tu mismo te has sometido a aquel como ejemplo de humildad para todos, y solo tú sabes porqué dejas que ocurra, ya que es solo una emanación de ti mismo.
Y esos pensamientos fueron haciéndose más enérgicos, llenando de palabras mis pensamientos, abstrayéndome de la realidad y dejando crecer en mi interior, algo que me corroía las entrañas y que se abría paso poco a poco hacia el exterior, desgarrándome a cada paso…
…y cuando ya no podía contenerlo más, me pareció escuchar el siseo de su voz y sentí su frio aliento en mi nuca, haciendo desaparecer todo aquello y adentrándome de nuevo en mi dulce ensoñación…
“Bienvenido, ¿a que debemos tu visita?”
Y mis ojos se abrieron en busca de lo que mas deseaba.