Sus pequeños y asustadizos ojos me observaban como si tuviese ante sí a un homicida, mientras que su cuerpo se esforzaba por demostrar cierto cariño aunque el temblor de de sus manos lo delataba. Sentada en la orilla me limité a contemplar lo que ocurría, como si estuviera observando una representación en el teatro… y aunque su cuerpo se resistía, su mente sometió ese miedo y acabó sentándose a mi lado.
“¿tú también me temes, Hermes? tú, la mano derecha del Jefe.”
Y sin titubear me miró fijamente y sus ojos me dijeron todo lo que su voz no pudo, observándome como si no me conocieran, como si nunca antes me hubieran visto, y un pequeño hilo de voz escapó de su garganta a la misma vez que sus ojos vertieron para mí, una sola y única lágrima…
“Él quiere verte. Te está esperando”
“¿tú también me temes, Hermes? tú, la mano derecha del Jefe.”
Y sin titubear me miró fijamente y sus ojos me dijeron todo lo que su voz no pudo, observándome como si no me conocieran, como si nunca antes me hubieran visto, y un pequeño hilo de voz escapó de su garganta a la misma vez que sus ojos vertieron para mí, una sola y única lágrima…
“Él quiere verte. Te está esperando”
1 comentario:
Me encantan todos los rios.
Hace tiempo que no escribes.Una pena.Lo onírico esta muy bien y es sanísimo.
Me ha deleitado tu sueño.
Saludos
Niregaueko
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