
No noto el paso de los días, el tiempo avanza y ni siquiera me doy cuenta de cuanto ha transcurrido. Paso los días observando la vida, como el mundo se mueve y yo sin embrago sigo ajena a todo ello. Mi reloj se detuvo hace mucho tiempo, y mientras todo lo que me rodea va mutando, sigo estacionada en un mismo punto. La primavera dio paso a más vida a mi alrededor, y sin embargo, mi interior parecía dormido, atolondrado por el paso del tiempo y la desidia, y mi alma que en un tiempo gritaba y se arqueaba en la agonía tras su indiferencia, había quedado reducida a un leve reflejo que poco a poco iba desvaneciéndose, llegando casi a entrar en un estado de letargo del que quizás no saldría jamás.
Llegó el verano, y Helios mostró su poder con más fuerza que nunca. Los rayos del sol acariciaban mi cuerpo, mientras como cualquier día, estaba sentada, como de costumbre y como lo hacía antes de conocerle, a las orillas del río, rodeada por las mismas ninfas de siempre perfumada por los olores de las idénticas flores, como si eternamente hubieran existido ahí… lo único que era diferente en esa imagen de la de antaño, era mi figura sin vida, colocada como una estatua de cera en un museo, dejando pasar los días, como un mero observador, sin intentar ni evitar participar en ello, sin existencia pero sin expiración… y los días pasaban y pasaban… y mi imagen continuaba inmutable, como un trasto que había sido colocado hace años y el polvo lo hubiera cubierto, como una adorno que había quedado en el olvido…
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